El vuelo que cogimos hacia Ho Chi
Minh nos ahorró el calvario de un sleeping bus de muchísimas horas. Llegamos al
anochecer y nuestra primera impresión del hotel que nos despediría de Vietnam
no fue de las mejores del viaje. Las habitaciones tenían (y olían) a humedades
por no hablar de los pequeños y escurridizos habitantes que también se
hospedaron con nosotros, comúnmente conocidos como cucarachas. Pero ya sabéis
que nosotros no nos desanimamos con cosas así y esa misma noche nos empezamos a
organizar para ver lo que más nos interesaba del sur del país: los túneles de
Cuchi y el delta del Mekong.
Mientras nos deleitábamos con
unos pinchos a la brasa, y esperando que se apaciguará la tromba de agua que
caía en ese momento, decidimos coger para la mañana siguiente un tour con guía
para visitar los túneles del Vietcong.
Nos llevaron en bus durante 2 horas.
Al llegar, vimos un video explicativo sobre los túneles. La ciudad de Cuchi se
encuentra a unos 40 km de Ho Chi Minh y durante la guerra, se construyó bajo
Cuchi una intrincada red de túneles de más de 250 km. Los túneles están a
varios niveles y hay innumerables trampillas, estancias de almacenamiento,
cocinas, hospitales de campo… y todo bajo tierra. En su apogeo había
salvoconductos que se extendían hasta la frontera con Camboya.
Y aquí estuvimos nosotros, en
esta zona conocida como el Triángulo de hierro. Nos enseñaron diferentes
trampillas, nos intentamos introducir (algunos sin éxito) en los
claustrofóbicos escondites de medida vietnamita. Y también recorrimos, los
chicos durante 40m, y las chicas durante 100m, uno de los túneles abiertos y
asegurados con hormigón en los que se permite la entrada. El colofón final lo
pusimos disparando 5 balas cada uno. Laura y Eli eligieron la mítica arma rusa
AK47 y Xavi y Dani una M16 americana. La vuelta en bus dio mucho que pensar
pero visitar el Museo de la Guerra y ver las salas con las imágenes de los
afectados por el agente naranja y el napal así como las consecuencias y las
pérdidas de esa guerra sin sentido, te deja sin palabras.
Acabamos de aprovechar el día en
Ho Chi Minh visitando el palacio de la reunificación, el emblemático edificio
de correos y la catedral, también conocida como mini Notre Dame.
Los siguientes dos días los
pasaríamos recorriendo diversos puntos del “cuenco de arroz” de Vietnam. El
Mekong desemboca (¡después de pasar por 6 países!) en un gran delta que tiene
numerosos brazos de río en los cuales se
concentran diferentes mercados flotantes.
En el camino de ida, paramos a
visitar la pagoda de Vinh Trang que alberga estatuas de Buda inmensas. Tuvimos
la suerte de ver a los monjes rezando antes de su primera comida y cantando sus
oraciones.
Al llegar al delta, cogimos el
barco que nos llevaría durante ese primer día a visitar diversas islas. Cada
una de ellas se caracterizaba por elaborar un producto típico. Lo curioso de
ver es el proceso, todo en el mismo recinto, desde la materia primera al
producto ya elaborado. Vimos cómo se hacían los caramelos de coco y unos
postres de miel. En una de esas visitas todos acariciamos, con más o menos
cariño, a una pitón que pusieron sobre nosotros.
Montamos los cuatro en una barca
a remo por uno de los tranquilos canales del Mekong. Comimos frutas tropicales
y vimos una granja de cocodrilos. Dani se atrevió a darles de comer un buen
trozo de ternera a través de una caña.
Esa noche dormiríamos en unas cabañas
de un vietnamita tocando el mismo río. Aprovechamos para recorrer un poco los
alrededores y descansar en unas hamacas pero pronto fuimos a dormir ya que a la
mañana siguiente teníamos que ponernos en pie antes de las 6.
El madrugón mereció la pena por
ver el mercado flotante de Cai Rang. Desde muy temprana hora los vietnamitas
acuden para comprar y vender todo tipo de frutas y verduras sobre las aguas.
Para distinguir desde la lejanía el producto utilizan unas astas altas en las
que cuelgan lo que venden ese día. Como una imagen vale más que mil palabras
aquí os dejamos algunas de las muestras que tomamos.
Después del mercado, visitamos
una fábrica de noodles, una de las comidas típicas de Vietnam y de toda Asia.
Los juegos con un niño vietnamita algo hiperactivo nos despidieron del delta y
volvimos por carretera a Ho Chi Minh.
Paseamos por un parque e hicimos
un poco de ejercicio tal y como hacen aquí los vietnamitas. Es impresionante
ver lo bien que juegan a bádminton en cualquier sitio y la de gente que se
concentra para las clases diarias de aerobic en plena calle.
La última mañana la dedicamos a
hacer las últimas compras-regateos y a ordenar la maleta en plan “tetris” para
que cupiera todo. Ahora redactamos desde el aire, estamos sobrevolando la India
y en pocas horas aterrizaremos en Doha para hacer la primera escala. Esperamos
no quedarnos esta vez aquí y poder llegar a Barcelona a la hora prevista.
Eso sí, ya ha habido un percance
con las maletas, y a alguno de nosotros nos han hecho ir al registro de
equipaje a abrir la maleta y dejar alguna que otra cosa de las que llevábamos.
¿Adivináis a quien le han retenido la maleta y le han hecho deshacerse de algo?
¡Es la última pregunta de nuestro particular juego y el ranking sigue igualado!
En la próxima entrada desvelaremos al ganador y el premio. (Por cierto, a las
que les pisparon alguna prenda de ropa fueron a Eli y Laura, y también fueron ellas
las que lanzaron sus deseos al río de Hoi An).
Muchas gracias por acompañarnos
durante todos estos días. Tenemos muchísimas visitas y a los cuatro nos hace
mucha ilusión el seguimiento. ¡En nada nos vemos, muchos besos!
Xavi, Eli, Dani y Laura