Ninh Binh y su magia

Llegamos de noche y muy cansados del sleeping bus a Ninh Binh, por lo que solo cenamos y nos pusimos a dormir para recuperar fuerzas.

A la mañana siguiente alquilamos un par de motos y nos dispusimos a visitar la zona de Tam Coc, para los más cinéfilos este entorno se dió a conocer en la película francesa “Indochina”. El río discurre entre montañas cársticas y bordea numerosos arrozales.

Al acercarnos nos encontramos a la cordobesa que conocimos en la isla de Cat Ba (y es que el mundo es un pañuelo) y nos aconsejó que lo dejáramos para el día siguiente a primerísima hora para así montar en las barcas solos.  Así lo hicimos y decidimos dedicar la mañana a ver diversas construcciones vietnamitas de los alrededores.

Una de ellas era una pagoda que tenía tres niveles de edificios, el último construido en el interior de una cueva. ¡Suerte que uno de nosotros tenía linterna! ¿Quién fue el aventurero mejor preparado que nos salvó de tal oscuridad y nos hizo ver la luz?

La siguiente visita fue en un templo muy musical. El hombre que cuidaba el recinto nos deleitó con un concierto privado de dos instrumentos que todavía no sabemos ni como se llaman. Como buenos fans le intentamos imitar pero vimos que ni entendiendo de música (ejem Laura…) dimos una.

Por la tarde, decidimos engañar a Dani y llevarlo a ver las vistas que había desde lo alto de un templo. El camino entre arrozales fue precioso pero lo que Dani no sabía es que para llegar a ver la panorámica tenía que subir un tramo bastante empinado de 450 escalones. Pese al esfuerzo y a los refunfuños mereció la pena la ardua subida.

Tal fue el cansancio de subir y bajar peldaños que hasta la moto se ahogó y nos dejó tirados a  unos 5 kilómetros del hotel. Suerte que teníamos dos motos y una de ellas fue a recoger gasolina al estilo vietnamita (transportando la gasolina con una botella de litro y medio de agua).

Al día siguiente, madrugamos mucho y disfrutamos del paseo en barca por el río Ngo Dong. Nos sorprendió que las remeras manejaran las barcas con los pies y que el recorrido pasara por cuevas en las que hasta el más pequeño tenía que agacharse. En el tramo final, nos pilló la lluvia, suerte que llevábamos los típicos gorros vietnamitas que nos resguardaron tanto del sol como de la lluvia.

Por la tarde vimos algún templo más alejado (en uno tuvimos que picar a la puerta y la vietnamita que lo custodiaba solo nos dejaron asomar la cabeza) y regresando, de nuevo, una de las motos volvió a quedarse sin gasolina esta vez muy alejados del hotel. ¿Quién fue el gafe que se quedó sin gasolina dos días consecutivos?

Dejamos Ninh Binh apenados porque ha sido uno de los lugares que más nos ha gustado y más hemos disfrutado. Con un spleeping bus de doce horas, esta vez más lujoso y cómodo, nos dirigimos a Hué.

Muchas gracias por los comentarios, tenemos un montón de visitas. Los que durmieron tan bien acompañados en el anterior sleeping bus fueron Eli y Xavi, aunque todos estuvimos bastante apretujados. ¡Seguid respondiendo el ranking está muy igualado!

Dani, Xavi, Laura y Eli